martes, 24 de julio de 2012

Revelaciones

Revelar (Del lat. revelāre).
1. tr. Descubrir o manifestar lo ignorado o secreto.
2. tr. Proporcionar indicios o certidumbre de algo.
3. tr. Dicho de Dios: Manifestar a los hombres lo futuro u oculto.
4. tr. Fotogr. Hacer visible la imagen impresa en la placa o película fotográfica
Iba a hablar sobre la esperanza y acabé recordándome a mí misma dentro aquel cuarto oscuro de odontología, con esa lucecita roja que ilumina a los alumnos en prácticas mientras esperan ansiosos el resultado de sus primeras radiografías. Estaba apoyada en el soporte del líquido mordiéndote el cuello con la luz encendida. Habíamos ido a comer allí porque la cantina de esa facultad tenía buena fama y descubrí una puertecita medio abierta en medio de un pasillo.
Ahí supe que revelado y rebelado, para mí, están intrínsecamente ligados.
Pero volvamos al presente. Yo quería hablar de la esperanza y de las revelaciones existenciales. Hace un par de días estaba en el cine viendo una película de esas que ponen con el volumen altísimo y entre disparo y disparo algún héroe enmascarado dijo nosequé sobre “la espera”.
No suelo ser una persona paciente. No me gusta esperar nada de los demás. Prefiero darlo todo de mí, moverme. Y de repente me doy cuenta de algo sencillo: “esperar” y “esperanza” tienen la misma raíz. Vale. Es evidente. Pero es que las revelaciones existenciales pueden haber existido siempre, darlas por hecho, pero hasta que no entran en tu cabeza y conectan, tú no las das importancia.
Entonces vuelvo a tener uno de esos flashbacks peliculeros que sufro yo de manera semanal. Y estoy en un jeep en medio del desierto con Comitato, un perro que apenas tiene dos mese,s sobre mis rodillas. El jeep se para y suben éstos, con pan calentito. “Vamos a Esperanza Juvenil”.
¿Te sabes la historia de la caja de Pandora? Le digo. Y él niega con la cabeza
Se la cuento mientras él no deja de mirar hacia adelante. Mientras hablo los dos acariciamos a Comitato, que sigue sobre mis rodillas.
 “…y por eso se dice que la esperanza es lo último que se pierde”. Él sonríe sin mirarme. Para mí él sabe sonreír de dos maneras: cuando lo hace mirándome a los ojos, y cuando lo hace mirándome por dentro.
“Pandora es una víctima. ¡Ella no sabía lo que había dentro de la caja! ¿No crees?”. Entonces jeep para delante de “Esperanza Juvenil”.
Pero ahora estoy en el cine con aire acondicionado a tope porque afuera hace un calor que ríete tú del desierto. Y pienso que esperar, eso que odio, que me abruma, da origen a la esperanza. Y me da rabia, y me pongo triste y quiero gritar. Tengo dentro un montón de contrarios.

viernes, 4 de mayo de 2012

Todas las canciones del universo conocido

Para mis amigos es una pesadilla. No puede sonar una canción sin que la busque una relación que aluda a alguna circunstancia que he vivido. La cosa tiene tela porque también me pasa con el reggaetón, y eso tendría que estar prohibido por ley orgánica. Identificarse con una canción de esa índole es un insulto hacia el intelecto de una licenciada. Pero me pasa. Y lo grito a los cuatro vientos: sí, queridos, a veces Don Omar y compañía me hablan de mis ex. Juzgadme por ello pero no puedo evitarlo. Ese “bamboleo” que hace que mueva las caderas como si el porcentaje cubano –ínfimo- que llevo en la sangre se apoderara de mí y tuviera de repente el color de Celia Cruz.

Tengo miles de canciones adjudicadas a personas. De tal manera que la canción en sí pierde su significado, su utilidad primigenia y se convierte en “La canción de”. Enciendo la radio, y no suena música, suena lo que me rodea. Si estoy sola no hay problema. Lo disfruto. Pero si estoy con alguien… ¡ay si estoy con alguien! En ese momento comienza mi retahíla de explicaciones en las que sitúo la canción que escucho en el tiempo, el espacio y la persona a la que pertenece. Esta información, que para mí es súper útil, aunque me parezca increíble, ¡para los demás no lo es!

Mi enfermedad ha llegado a tal punto que hay grupos enteros asociados a personas. Concretamente me viene cierto grupo a la cabeza de una pareja de chicos con pinta de heroinómanos que cuando cantan, de verdad, cantan sobre nosotros. Tú y yo me refiero. Me dan ganas de ir a discográfica y decirles: “¿Me quitáis las cámara que habéis puesto en el portal de mi barrio? Gracias”.

Lo peor es que sé que esto no es especial. Que digo yo que le pasará a 7/10 adolescentes.  Lo peor es que últimamente me está pasando hasta con estilos de música, y eso ya está a otro nivel. No puedo dejar que la música engulla mi vida de esa manera, no es sano.

Tengo ciertas reglas útiles que me sirven para sacarme de estos ciclos, cuando el universo entero y las ondas de radio e internet se apoderan de mi cabeza y corazón y me taladran recordándome una y otra vez lo que hay, lo que hubo y lo que habrá.

Una de esas reglas es censurarme. Algún que otro cantautor está aún vetado en mi lista a pesar de que ha pasado mucho tiempo ya entre él y yo. Y luego otros están en espera. A Quique González sólo le puedo escuchar nueve canciones seguidas, a Ismael Serrano más de lo mismo. El rap el inglés me sigue poniendo bruta y luego están las canciones sueltas, las peores, las que suenan de repente y te dan en la espinilla. O mejor, las que te dicen “eh, eh, acuérdate de mí, llámame, te quiero”.

 Al menos eso creo que dicen y me gusta que me hablen por ti. Porque a veces no puedes hablarme, porque alguna extraña religión que no entiendo lo prohíbe, o porque te esfuerzas por no hacerlo, o porque no te sale de los cojones. Entonces vienen las canciones y me cuentan lo que hay aunque no me lo quieras decir. Y sonrio a distancia y escribo: “mira, escúchate esta canción” Y no me hace falta decir más. Aunque a lo mejor para vosotros es sólo un ritmito y para mí una vida entera que no sé expresar.

lunes, 23 de abril de 2012

Jakob y la cobertura

Cuando no tienes cobertura busco en el cielo la luna y la miro. La luna no tiene problemas de red. No tiene Wifi. Tampoco entiende de conflictos internacionales. Es, simplemente, luna. O como dicen algunos: “gamal”. Pero claro, no puedo mirarla y establecer la “conexión” durante más de unos segundos porque si no nos volvemos invisibles. Y no queremos eso, ¿verdad? Volverse invisible es un problema que debería estar presente en todos los indicadores esos de Desarrollo Humano, después de la economía y la educación. A fin de cuentas, lo de mirar al cielo es una ñoñada que hacemos los humanos cuando nos creemos especiales. Muy de literatos frustrados. Hoy es 23 de abril, el día del libro. Mi día. Me considero un poco libro. “¿Hola ego, aquí estoy, me recuerdas?”. He de decir a mi favor que la gente que me rodea es también “libro” pero que como soy una flipada les meto en el mío y les hago personajes –principales- de mi particular novela. Los capítulos de mi vida no son lineales, ni tienen una formulación lógica. Cortázar y sus saltitos de Rayuela me parecen más vivos que todo ese rollo aburrido y consecutivo. Uno, dos, tres, cuatro…predecible. Final que se ve venir. La vida es como una voluta. Jakob Bernoulli , otro pirado, hizo escribir sobre su tumba “Resurgo Eadem Mutata” dentro de una espiral para entenderse a sí mismo. Es algo así como “aunque cambio, resurjo”, una especie de “volveré” metafórico. Da un poco de miedo. La esencia es la misma, pero la forma cambia. Hay ciertas constantes que tienden a volver a mí evolucionadas, y me encanta. Tanto las malas como las buenas. Capítulos. Acabo de enterarme que mi amigo Jakob ostenta el honor de tener un cráter de luna con su apellido, el llamado “cráter Bernoulli”. Me pregunto si Jakob se volvió invisible y le dieron por muerto. A lo mejor él también tenía un amigo lejos y en esos tiempos les fallaba la cobertura del telégrafo. Le robaban el cobre, o algo así. Entonces al pobre Jakob sólo le quedaba la escusa romántica de mirar al cielo, como a todos.

martes, 20 de septiembre de 2011

Cuando escribes en verano.

Vamos a jugar a que te quiero por encima de todo lo demás. A que sólo estuvimos tú y yo desde el principio. Juguemos a que todo es perfecto, a que me besas y me dan escalofríos. A que tus ojitos me vuelven loca y me siento afortunada de hacer de lo platónico algo real.
Juguemos a que sólo pienso en ti. A que él no está todo el rato al otro lado recordándome que nací para acariciarle aunque no quiera. Juguemos a hacer lo que nos plazca.
Que no, que no. Que no quiero que se meta en mi juego. Que quiero disfrutar un poquito sin pensar en su lengua en mis dientes.
“Eh, tú, déjame sola con él, tú no estás invitado, te lo has buscado. Que la pelota es mía y aquí sólo juega quién yo diga. Y tú estás castigado por hacerme feliz aunque me duela”

Y al fondo del patio está él, esperándome con el perro. ¿Cómo estás? Que mis besos respondan. Son besos de jugar. No son de mentira. A ti también te quiero,pero no te lo voy a decir porque te haré daño. Además está él, en el que pienso todo el rato, sí hombre, al que le dejé mi pelota y me la devolvió pinchada. Esque no se me va de la cabeza. Quiero dejar de pensar en él y jugar sólo contigo. Sólo contigo.

Pero sabemos que las partidas se acaban, que a ti te llama alguna y me dices adiós levantando la cabeza, como siempre. Y yo te espero en la escaleras pensando cómo sería la vida si nos hubiéramos dejado llevar desde el principio de nuestros tiempos.

Nos hubiéramos matado mutuamente y yo no me moríría de ganas de matar a otro que no fueras tú.

sábado, 13 de agosto de 2011

La genética que traen consigo los olivos

"Fíjate, fíjate, fíjate en aquellos olivos sin amo".
Olivares, extensos olivares huérfanos de padre y madre.
Igualicos los árboles, de arriba a abajo. Descuidados, con las olivas rotas, muertas,que no llegaron a sudar aceite.

Descontextualizado, el asunto viene dado mientras observo aquel olivo perdido en el camino de los piratas, al lado del mar. Me extraña que aquel árbol de tierra seca esté allí, perdidito. Tomé su fruto con mis manos -nunca me gustó el sabor- y observé la esquelética silueta de su madre. Siempre he sentido que tienen algo trágico esas formas desgarradas. Tengo la impresión de que siempre está sufriendo, que se retuerce de dolor. Que controla unos espasmos invisibles y lentos.

Esos mismos olivos la daban cobijo 70 años antes. Cuando sonaban las sirenas que anunciaban los bombardeos. Ella, claustrofóbica perdida cuando los psicólogos aún no habían inventado aún el término, corría al campo a resguardarse bajo esos árboles que, a mi juicio, sufren siempre. Todo el mundo bajaba a los refugios, pero ella no, que eso le agobiaba, que se ahogaba, que se fiaba más de las hojitas verde oscuro -ya, ya, yo tampoco me lo explico-.

Desde entonces cuando ve un campo de olivos les da las gracias. Y yo pienso que el gusto, a veces, se hereda sin saberlo. Porque cómo iba a saber yo que sin esos árboles quizás no estaría escribiendo ahora. Total, que me gustan los olivos.

domingo, 26 de diciembre de 2010

El dilema de la silla

Qué extraño. Nadie recuerda su sitio. ¿Por qué tanto lío?

-Yo no iba aquí el año pasado
-¡Yo tampoco!
-¿Qué coño pasa? ¿Estamos tontos?

Desde fuera suena gracioso. Hay una silla menos y parece que nadie se ha dado cuenta. Esta situación genera un caos imperceptible. Un asiento no es necesario si la persona que lo ocupaba ya no existe. De repente alguien lo dice en alto. Todos ignoran el comentario para no romper el encanto de la fiesta. Muy navideño.

Me siento y busco con mis pies descalzos el calor que antes me cubría bajo la mesa. A alguien se le ha caído un trozo de jamón serrano al suelo y -aunque me parezca increíble aún- seguirá allí durante horas a la espera de ser comido, como ocurría siempre en navidad. Hago el amago de llamarle, para que se tome el pedazo de ibérico -le encantaba- y luego caigo en la cuenta de la crueldad de la rutina. Trago. Me cuesta.

La reestructuración de la mesa no duró ni un minuto. Casi siempre la vida es una novela muy mal escrita.Pero me gusta así, tiene encanto. Me gusta volver y que todo siga igual. Tan enrevesado como siempre, tan complicado, tan emocionante. A veces deja sin aire. Eso está bien porque es la única manera de recordar que respiras.

martes, 7 de diciembre de 2010

Razón no le falta al sombrerero loco

"- Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca
- Oh, eso no lo puedes evitar. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca.
- ¿Cómo sabes que yo estoy loca?
- Tienes que estarlo, o no habrías venido aquí"