lunes, 29 de septiembre de 2008

Metro

El eterno zigzaguear del metro le mecía todas las mañanas. El sonido de la llegada a cada estación le servía como improvisado despertador mientras dormitaba intentando no apoyar su cabeza en hombros desconocidos.

Un extraño sonido que no se correspondía con ninguno a esa hora del día - tengan cuidado en no introducir el pie entre metro y andén- le despertó de su sopor matinal. Fue algo difícil de recordar, una especie de cascabel opaco y profundo, un sonido que aún retumbaba en sus oídos cuando abrió sus enormes ojos marrones asustados.

No había nadie más que él en el vagón. Todos habían desaparecido en apenas un segundo- o debo decir en apenas un sonido- para sorpresa del chico.
Se levantó, se agarró a la barandilla y miró hacia delante y hacia atrás para asegurarse de su soledad improvisada.
El miedo le caló hasta los huesos e hizo que sus rodillas flaquearan hasta hincarse en el suelo móvil del metro. Miró hacia la luz del techo y sin darse cuenta lloró como si hubiera vuelto a su estado primigenio, como lloran los bebés cuando son arrancados del acogedor vientre de su madre para enfrentarse a un mundo donde nunca les preguntaron si querían conocer o no.

No había desaparecido todavía el rastro sonoro que le hizo encontrarse en esa situación cuando le siguió otro de características similares.
Abrió los ojos y seguía en el abarrotado vagón, luchando por no rozar demasiadas pieles ajenas a la propia. Para su sorpresa, notó que las lágrimas paseaban en un movimiento lento, armonioso, por sus mejillas. Se la secó con el revés de la mano, y se dio cuenta de que la soledad se nota más cuando estás rodeado de gente. Controversias de la vida.

domingo, 28 de septiembre de 2008

Reinas


Dejaría a un lado el morado de mi bandera para inclinarme ante ustedes Reinas mías.

Aunque vuestra corona se sustituyó en algún momento por una de espino vuestra alma sigue intacta. No recordáis cuándo ni cómo os convertisteis en reinas de la droga, reinas maltratadas, reinas postradas sobre la barra de un bar perdido en una calle alejada de vuestra patria.

Vuestros reyes no se comportaron como tales. El traje azul con el que os conquistaron se tiñó de rojo a base de golpes tapados con polvos mágicos que os prestó algún hada decadente.

Y cuando disteis vuestro trono por perdido, llegaron vuestros infantes a reconquistarlo.
Quién os diría Reinas mías, que las pequeñas princesas y príncipes que criabais a duras penas sustituirían, aunque fuera sólo por unas horas, vuestras coronas sangrantes por tiaras de cristales impolutos. ¡Hasta llegasteis a saborear de nuevo el sabor de un viejo castillo durante aquelllos instantes!

Me inclino pues sin dudarlo…

sábado, 27 de septiembre de 2008

Ruido

¿ Y si se callase el ruido?

Que se apague la ciudad y sus gentes, que el silencio lo inunde todo, sin distinción.
Que los gritos sordos no lleguen a mis oídos y que por encima de todo el silencio,que es tan puro que llega a ser blanco, liso y limpio, entre a mi cuerpo y lo empape de la cabeza a los pies, pegando la ropa contra mi piel para sentir el aire frío chocar contra mi pecho.

Entonces sonrerié, porque me habré escuchado por un breve instante a mí, antes que a nada.

Polvo

Tierra que antes de serlo fue lava.


Fuego compacto que llegó desde tan lejos hasta mis pies, y ahora, por no ser, casi eres polvo en la mar. Pero ¿quién no es apenas sólo polvo en el océano?


Ni nadie, ni nada.