lunes, 29 de septiembre de 2008

Metro

El eterno zigzaguear del metro le mecía todas las mañanas. El sonido de la llegada a cada estación le servía como improvisado despertador mientras dormitaba intentando no apoyar su cabeza en hombros desconocidos.

Un extraño sonido que no se correspondía con ninguno a esa hora del día - tengan cuidado en no introducir el pie entre metro y andén- le despertó de su sopor matinal. Fue algo difícil de recordar, una especie de cascabel opaco y profundo, un sonido que aún retumbaba en sus oídos cuando abrió sus enormes ojos marrones asustados.

No había nadie más que él en el vagón. Todos habían desaparecido en apenas un segundo- o debo decir en apenas un sonido- para sorpresa del chico.
Se levantó, se agarró a la barandilla y miró hacia delante y hacia atrás para asegurarse de su soledad improvisada.
El miedo le caló hasta los huesos e hizo que sus rodillas flaquearan hasta hincarse en el suelo móvil del metro. Miró hacia la luz del techo y sin darse cuenta lloró como si hubiera vuelto a su estado primigenio, como lloran los bebés cuando son arrancados del acogedor vientre de su madre para enfrentarse a un mundo donde nunca les preguntaron si querían conocer o no.

No había desaparecido todavía el rastro sonoro que le hizo encontrarse en esa situación cuando le siguió otro de características similares.
Abrió los ojos y seguía en el abarrotado vagón, luchando por no rozar demasiadas pieles ajenas a la propia. Para su sorpresa, notó que las lágrimas paseaban en un movimiento lento, armonioso, por sus mejillas. Se la secó con el revés de la mano, y se dio cuenta de que la soledad se nota más cuando estás rodeado de gente. Controversias de la vida.

6 comentarios:

Jesús V.S. dijo...

Me he quedado perplejo.

De principio a fin, es genial. Es cierto eso que apuntas de la soledad, cuanto más gente hay alrededor se hace más visible.

Un beso. :)

....GooNie.... dijo...

qué bonito..y triste.
de la retina no se irá..y de mi colección de pelis tampoko, por si acaso.
:)

Laura Martín-Pérez González dijo...

Y ese sentimiento de soledad vital mientras estas rodeado de gente, no es un sentimiento nuevo. Hay que pensar que en el siglo XVI los caballeros ya se sentían así.

:) Siempre leo tu blog pero nunca sé qué decir, me dejas, a veces, con un vacío existencial, y otras con ganas de llorar.

Un beso guapa.

MoT dijo...

Ya oí una vez que la soledad más grande se siente cuando estas rodeado de gente... y aquí plasmas este dicho con una historia fantástica. Me encantó tu modo de narrarlo.


Un besito sirenita(K)

Lorena dijo...

Qué manera más ingeniosa de reflexionar sobre la soledad :) ¡Qué bien escribes Serly! (y eso que no hs estado años en Florencia para mejorar tu técnica narrativa, jaja)

Un beso!

Jesús V.S. dijo...

A la dueña de este blog y a la Srta. Sunshine: al final os voy a mandar una década a Florencia a las dos, ¿Eh? Menos mofa. XD


Un beso.