martes, 27 de enero de 2009

La visita del ministro

-Creo que me estoy volviendo loca señor ministro.Disculpe mis maneras, pero es que son apenas las 6 de la madrugada y usted se presenta aquí, en mi cuarto, sin avisar. Si al menos hubiera avisado con 10 minutos de antelación le habría recibido con algo más que un pijama, que por cierto, está empapado.

- No es la locura lo que ronda tu cabeza. Son delirios

-¿Delirios?

-Sí, soy una proyección de tu mente, como consecuencia de fiebres altísimas

-Entiendo. Aunque se es verdad lo que me cuenta, hubiera preferido delirar con otro, no sé si me entiende. No me gustan los políticos

-Probablemente fue mi imagen la última que pasó por su cabeza antes de irse a la cama hoy, quizá en un noticiario. Aunque, si quieres, me voy.

-No, no, no se vaya. Al menos con usted ya no estoy sóla. Quédese conmigo, hasta que el sueño venza a delirios, surrealismo y ese espíritu de alguien muerto que mira desde el umbral de la puerta.

domingo, 11 de enero de 2009

La habitación de colores

Tras el quinto cambio pensó que se volvería loca, pero no lo hizo. En un año había cambiado cinco veces de habitación. Sus padres, con una especie de esquizofrenia paranoica no diagnosticada oficialmente, rotaban de habitación cada dos meses.
En la casa había tres estancias. Cuando completó la primera”ronda” y volvió a la habitación inicial donde había comenzado su particular viaje soltó una carcajada cínica y respiró hondo.

Estos extraños sucesos le producían el más profundo desarraigo al hogar que os podéis imaginar. No existía el concepto de posesión, no le cabía en la cabeza una frase tan típica como “voy a mi habitación”, porque no sentía nada como suyo. Para más inri, con cada cambio, teñían las paredes de las habitaciones. Había vivido ya en la habitación roja que luego fue verde, morada, gris, azul, rosa y ahora amarilla.

Un día la persona más especial que conocía le brindó el paraíso.

Se levantó, y cuando miró por la ventana la ciudad estaba blanca. La nieve que lo cubría todo con su manto implacable le había dado el mejor de los lienzos. El regalo era el mundo, como si fuera una habitación a estrenar para que ella la pintara de los colores que quisiera y la hiciera suya.

“Gracias” le dijo mientras le besaba despacio. “Sólo tú haces que nieve para hacerme feliz”. Luego se tiró al suelo para notar en su propia alma como lo cándido inundaba la ciudad.

miércoles, 7 de enero de 2009

Presente

Salta por la ventana justo a tiempo. Rueda por el suelo verde, fértil. Se levanta y limpia sus pantalones nuevos. El chaval mira al horizonte extrañado, luego eleva la vista al cielo que ya no se ilumina. Camina despacito y atento observando todo lo que hay a su alrededor. Se han acabado los gritos y el miedo. Las casas dejaron de arder y nadie llora. ¿Acaso era posible tal situación? Eleva las manos hacia el cielo y da gracias a su Dios. Gira sobre sí mismo para volver a su casa. Observa un bulto en el suelo, apresurado se dirige hacia él y voltea el cuerpo.
No siente miedo al verse a sí mismo inerte. Respira hondo y cambia su rumbo hacia, por ejemplo, el Este.

El paraíso es muy parecido su tierra. Quizá el suelo es más verde, el cielo más azul y el horizonte llega más lejos, aunque la única diferencia palpable es la ausencia de bombas.

viernes, 2 de enero de 2009

El amor es sordo

Ilías tiene ojos de oriente. Es el guardián de todos mis secretos. Sé que no se los contará a nadie porque no los oye, los siente. No puede reproducirlos porque se esconden dentro de él y es incapaz de romper promesas. Como mucho me mira divertido con el dedo índice sobre sus labios carnosos, la señal del silencio universal.

No hace falta que me jures silencio porque ya lo inunda todo. No te preocupes porque yo tampoco le contaré a nadie el secreto, ese que sólo tú y yo conocemos, ese que encierra el misterio de porqué puedes oirme, aunque los médicos digan lo contrario.



A Ilías, que me enseña el lenguaje de la vida.