Los latidos se le salían por la boca cada vez que lo pensaba. No había peor tortura que su propia mente predispuesta a hacerle enloquecer. Había encontrado la manera de acallar todos sus pensamientos. No volvería a sufrir. La locura no embriagaría sus interminables noches gélidas. Su corazón sonaba tan fuerte, que creía despertar a sus padres, luchaba contra su propio organismo para no hacer tanto ruido, pero su cabeza hablaba más alto que el silencio. Los latidos sordos y profundos no le dejaban oír apenas su respiración. Cuando apretó el gatillo sonó un último son, más tarde, la banda sonora que trae la nada. Recuperó el aliento con una bocanada de aire sonora y angustiosa.
¿Acaso pensabas que te ibas a librar tan fácilmente?
Tembló de pánico, porque se dio cuenta, de que era él mismo quién hablaba.
5 comentarios:
Me encanta este texto. Muy bueno.
Un besote.
La eterna dualidad del ser, Jeckyl y Hyde. No hay nada más terrible que haya dos seres completamente distintos viviendo en tu cuerpo...
El final es tremendo. Siento pena por el sometido, su agonía sin poder sobre su cuerpo será horrible.
Besos y un millón de abrazos.
Oh! yo creo que esa dualidad se refiere a la conciencia........puede ser, puede ser.
Qué genial tu texto.
Echo de menos un texto marino.
Muy bueno Serly, gran tensión la del "squizo".
Ciao
son los latidos del corazon¡¡
te dan la vida y te la quitan te vuelven loco o calmado
marcan nuestro ritmo
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