domingo, 7 de diciembre de 2008

Presunto

Llegó justo a tiempo antes de que se le cerraran las puertas del vagón del metro. No podía ir más agobiada. En una mano un saco, que hacía las veces de mochila. En la otra tres bolsas cargadas hasta arriba de tonterías que harían sonreir a todos los que le rodeaban. El abrigo, que es gordísimo, está colgado sobre su hombro.
En un alarde de contorsionismo se coloca todo sobre una mano, para poder ponerse bien la chaqueta. Nota entonces un tirón contundente y rápido de la mochila, donde guarda todo lo importante (al menos lo que es físicamente vital: Documentación, algo de dinero, teléfono móvil...) Harta de sufrir intentonas de hurtos se gira rápido y pilla la mano del presunto (como dicen siempre en los noticiarios) ladrón.


Suas ojos se encuentran en silencio. Es un hombre mayor, con un bigote espeso y gris. Mira extrañado. El vagón se queda sordo. Se para el tiempo. No entiende nada. Frunce el ceño. Todavía el silencio abruma el metro ( al menos para los dos protagonistas de esta historia)


¿Qué pasa niña? ¿No estás acostumbrada a que te ayuden? Se rompe la quietud.

4 comentarios:

Jesús V.S. dijo...

Vaya... me gustó mucho. No pensé que iba a terminar así.

Me recordaste con el texto un corto del que os he hablado alguna vez.

Un besillo.

ordago13 dijo...

joder, por un segundo pense que te habían atracado, al segundo cai que no.

preciosa historia sirena¡¡

EL SUEÑO DE GENJI dijo...

¡Qué poco acostumbrados estamos a que alguien piense en nosotros!.
Tanto lo estamos que..como en tu cuento todos nos sorprendemos de este final..

¿A donde vamos?...


Un beso y mil abrazos.

MoT dijo...

a veces incluso aún sabiendo que es ayuda no se fia uno ya de nadie... por temos supongo a decir después..¡Eso me pasa por buena o confiada!

un besito(K)